14 diciembre 2011

Por esto voy a trabajar en moto


Si la ciudad es una jungla, los Satanases del Segura la surcamos a lomos de máquinas que rugen bajo nuestras piernas. Bajo, no entre, esa es otra máquina de la que hablaremos en otra ocasión, cuando logremos domarla.
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No vamos a trabajar en moto porque sea más fácil aparcarla ni porque circules mejor entre las filas de coches detenidas antes los semáforos, ni siquiera porque casi siempre eres el primero en salir cuando la luz roja se apaga y se enciende la verde.
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Es algo que tiene que ver con la deliciosa sensación de sentirte jinete del viento, navegante del asfalto y funambulista de la gravedad.
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Y cuando sales del trabajo, lo mismo. Pocas formas se me ocurren de llegar y marcharte del trabajo con una sonrisa en los labios y con una sensación parecida.
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Tenemos suerte de que las motos se inventaran hace tanto tiempo, probablemente si se inventaran hoy las prohibirían porque son inestables, no protegen al ocupante, se sufre las inclemencias meteorológicas... si los coches son jaulas la moto es cabalgar en libertad, danzando a lo ancho del carril, desplazando tu cuerpo sobre el asiento, notando los olores de los lugares que atraviesas (bueno, a veces esto no es precisamente una ventaja) y concentrado en la conducción con tus ideas trabajando en un segundo plano. Un nuevo método de relajación.
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Al final los Satanases del Segura (y el resto de los moteros) seremos filósofos. Mirad el vídeo y lo comprenderéis.