Rumbo a Caravaca atravesamos un valle que parece haber sido decorado por un talentoso jardinero, las cunetas aparecen exhuberantes de vegetación, casi dan ganas de que si alguna vez tienes que caerte de la moto sea aquí, las flores amortiguaran el encuentro con el suelo y siempre te quedará el consuelo de quedarte boca arriba mirando como las nubecillas algodonosas pasean sobre ti.
01 mayo 2009
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